
Los casos excepcionales suelen ser sumamente refrescantes porque son cada vez más difíciles de conseguir. Ya desde Nosferatu (1922) ofrecían cambios radicales a la mitología del vampiro preestablecida en la literatura (Carmila de Sheridan Le Fanu, El Vampiro de Polidori, Drácula de Bram Stoker entre muchos otros) por diversas cuestiones, pero haciendo hincapié en los hechos de que: el Vampiro como tal es un personaje que fue humano y dejó de serlo, pero no deja de considerarse como parte de un todo, de un clan superior pero que no deja de tener los rasgos psicológicos de los seres humanos; y por otro lado, el hecho de que ellos desprecian a los humanos, pero no dejan de depender de ellos, ya sea por su necesidad de comida o por su necesidad afectiva pues el haber sido alguna vez humano no pueden dejar de relacionarse e incluso enamorarse de ellos pues ahora ya son un tabú en si mismos.

Una gran sorpresa fílmica es la película sueca Låt den rätte komma in (2008), traducida en español como Déjame entrar aunque creo que en esta ocasión la mejor traducción la dieron los americanos: Let the Right One In. Película de difícil clasificación pues a pesar de tener a un personaje Vampiro, no cae en ninguna de las convenciones del cine de terror, en realidad, no se acerca de ninguna forma a dicho género. En realidad, la película esta más cerca del género romántico – existencialista – reflexivo.
El director Tomas Alfredson se basa en el libro del mismo nombre del escritor John Ajvide Lindqvist, quien también hace el guión, lo cual le da un extra a la producción. Déjame entrar retoma al personaje del vampiro como una excusa para que su historia de amor entre Oscar, un niño timorato funcione que con la intención de mostrar a un ser despiadado, en su lugar escoge el punto de vista infantil pre adolecente y trata al vampiro desde su condición existencial, de su aislamiento, de su sed que no tiene nada de glamoroso sino que es necesaria y un poco vergonzosa; además de todo trata de la melancolía que da la inmortalidad y el porque deben de contactar con humanos; pues ellos ya no son humanos y en el fondo de ellos queda un rezago que quiere volver a sentir como sienten los humanos.

Pero ninguna película ha tratado el tema como esta; muy vedada la violencia y poco sangriento, es una demostración del posible amor vampírico de Eli, un vampiro joven y andrógino que parece mujer pero que el mismo dice no serlo (cuestiòn que parece confirmarse en una breve escena en que se muestran lo que parecen ser marcas de la extirpación de sus genitales) por un ser humano, Oskar (en una clara referencia al niño-mountruo que deja de crecer a voluntad de El Tambor de Hojalata de Schlondorff, 1979).
La relación se basa en la prolongación del primer amor, evitado el desconsuelo de ese primer rompimiento que es el más doloroso porque no se sabe cómo se siente y nada nos prepara para el y del que el protagonista tiene la suerte (o el infortunio pues ese rompimiento es el que nos exige madurar emocionalmente), Oskar va a crecer con esa esperanza del primer amor hasta que sea adulto como el personaje Håkan que será su fiel compañero, su asesino personal que mata para vaciarle la sangre a sus víctimas y dársela a Eli y el círculo se cerrará cuando al paso de los años se encuentre con otro adolescente humano y se enamoren mutuamente y por supuesto viene acompañada con la muerte voluntaria del humano, ese amor adolescente cargado de sentimientos y de una carga sexual tan incipiente que nunca rebasarán el límite de la plena atracción sexual.

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